"En la esencia de todo lo que existe subyace el arte" Ciruelo
"Mantén sucia la estrofa. Escupe dentro" Ángel González

20 de octubre de 2010

Aniversario Arthur Rimbaud

Rimbaud hace la experiencia absoluta del pecado original. Todos entramos insensiblemente en ese mundo en que la alegría pierde su brillo salvaje, en que la enfermedad no es una injusticia, en que las cosas, las criaturas y los días son tibios y blandos. Todos aceptamos como esclavos la costumbre de lo mediocre, de lo desustanciado, del aterrador lugar común, que, como diría Bloy, hace mugir y retroceder a las estrellas, y del inmundo tedio. Nos vamos acomodando en ese fango y sonreímos. Profunda, horrorosamente debilitados en lo más precioso de nuestro espíritu, nos inclinamos cada vez con más inconsciente y servil atonía.
Nos quedan en un doble anticlímax angustioso, como los heraldos de las reinas de la muerte que se acercan, la imagen crepuscular y friolenta, infinitamente triste, de ese niño que echa en un charco de Europa un barquito frágil como una mariposa de mayo abierto al silencio infinito de los mundos.


Quiero con esta entrada conmemorar a uno de los mejores escritores con los que esta cabecita loca ha tenido el privilegio de chocar, aprovechando que hoy se cumple el 156 aniversario de su nacimiento.
Arthur Rimbaud está presente en todos mis escritos, sobre los que esparzo pequeñas gotitas de locura y frenesí, demencia y amor por el arte para que me recuerden a él.
Un hombre que supo vivir con la poesía en su sangre como si cada día fuera el último, que lo abandonó todo para perseguir sus sueños de "la bohéme", consiguiendo una vida fatídica y afilada en sí misma, exprimida al máximo.

Tomando pequeños fragmentos de obras suyas y de un comentario de Cintio Vitier publicado como prólogo para una edición de "Iluminaciones" espero induciros un poco de pasión.

Esto es para todo aquel que comenzó siendo un niño modelo y terminó de traficante de esclavos.




Es, en fin, el ambiguo secreto, paradisiaco y ponzoñoso, de un mundo que flota en la metafísica crepuscular de las sensaciones como un velo sobre el horror del abismo.
Le ha sido dado vislumbrar el yacimiento diamantino de su libertad, de su inocencia como un tesoro que lo mira.
Sus apariciones son sus hijas y sus reinas. Hijas de la esperanza, reinas de la muerte, las imágenes saliendo de lo oscuro, alimentadas por el deseo, la memoria de la hipérbole, significan lo incorruptible y la vislumbre única de libertad.
Las palabras estallan silenciosas en un juego de artificio inmóvil, pero cuyas figuras son distintas contra la noche cada vez que las miramos, como si el idioma fuera el calidoscopio de la infancia.
El demonio nos susurra: si pudiéramos vivir infinita y eternamente ocultos, si pudiéramos pasar de los agudos placeres cerrados al definitivo refugio de la nada clandestina. Pero mientras más se esconde el oculto más siente que está expuesto, y que en el rayo de la mirada que jamás lo abandona es donde vibran las imágenes como las partículas de polvo en el rayo de sol. Él creía ver las imágenes, pero de pronto el rayo crece de intensidad y lo baña delatándolo, miserable enfermo en el fondo oscuro de la estancia. Entonces sí es el fuego que se levanta con su condenado.



VIDAS III
En un granero donde fui encerrado a los doce años conocí el mundo, ilustré la comedia
humana. En una bodega aprendí la historia. En alguna fiesta nocturna en una ciudad del
Norte encontré todas las mujeres de los antiguos pintores. En un viejo pasaje de París me
enseñaron las ciencias clásicas. En una magnífica morada cercada por el Oriente entero,
realicé mi inmensa obra y pasé mi ilustre retiro. He agitado mi sangre. Mi deber me ha
sido condonado. Ni siquiera hay que seguir pensando en eso. Soy realmente de
ultratumba, y basta de encargos.


Avivando un agradable gusto a tinta china, un polvo negro llueve dulcemente sobre mi vigilia. ¡Entorno las luces de la araña, me arrojo en el lecho, y, vuelto hacia el lado de la sombra, os veo, mis hijas! ¡Mis reinas!

Pero la vampiro que nos vuelve gentiles nos ordena divertirnos con lo que nos deja, o que de lo contrario seamos aún más bufonescos.
Rodar a las heridas, por el aire cansado y el mar; a los suplicios, por el silencio de las aguas y de los aires mortíferos; a las torturas que ríen, en su silencio, atrozmente espumoso.

Y enviarnos, flagelados a través de las aguas chapoteantes y las bebidas derramas, a rodar sobre el ladrillo de los dogos…
-Un soplo dispersa los límites del hogar.


BÁRBAROS
Mucho después de los días y las estaciones, y los seres y los países.
El pabellón en carne sangrante sobre la seda de los mares y las flores árticas; (ellas no existen).
Repuesto de las viejas fanfarrias de heroísmo, -que nos atacan todavía el corazón y la cabeza-, lejos de los antiguos asesinos.
¡Oh! El pabellón en carne sangrante sobre la seda de los mares y las flores árticas; (ellas no existen.
¡Dulzuras!
Las brasas, lloviendo a ráfagas de hielo. ¡Dulzuras!
Esos fuegos en la lluvia de viento de diamantes lanzada por el corazón terrestre eternamente carbonizado por nosotros. ¡Oh mundo!
(lejos de los viejos refugios y las viejas llamas que uno oye, que uno siente)
Las Brasas y las espumas. La música, giro de los abismos y choques de témpanos en los astros. ¡Oh Dulzuras, oh mundo, oh música! Y allí, las formas, los sudores, las cabelleras y los ojos, flotando. Y las lágrimas blancas hirvientes, ¡Oh dulzuras! – Y la voz femenina arribada al fondo de los volcanes y de las grutas árticas…-El pabellón…




CITAS


“soy esclava del esposo infernal, aquel que perdió a las vírgenes locas”

“A mi que he perdido la cordura, que estoy condenada y muerta para el mundo, -no se me matará”

“Yo no he nacido para convertirme en esqueleto…”

“La verdadera vida está ausente”

“He aquí el tiempo de los Asesinos.”

"He tendido cuerdas de campanario a campanario; guirnaldas de ventana a ventana; cadenas de oro de estrella a estrella, y danzo."

“La vida es una farsa que todos tenemos que representar”

“Lo que ha sabido de las flores no son más que los esputos azucarados de las ninfas.”

“El poeta es realmente ladrón de fuego”

“Un revuelo de pichones escarlata truena alrededor de mi pensamiento.”

“Quiero que este brazo endurecido no arrastre más una querida imagen.”

“El barco ebrio atraviesa lo que sentimos como la imaginación de los muertos.”

“EL POETA DEBE HACERSE VIDENTE A TRAVÉS DE UN RAZONADO DESARREGLO DE LOS SENTIDOS”

19 de octubre de 2010

Muerte en Paris

Muertos.
Sabor dulce. Suaves hondas perfumadas de menta que traen los vestigios de lo que fue una vida palpitante, humeante de carne henchida y
caliente que abandona la inmundicia de esta perra vida con los restos de mugre que arañan las paredes de nácar de una bañera impúdica. Se despide sin sonrisas, ni lágrimas, ni nada, simplemente arrastrada como un gorrión pisoteado en el asfalto, simplemente ser por ser, muerte por muerte; no merecida. Carne viva se arrastra y crepita entre los huecos de uñas y dientes, gritando a una llamada todavía no escuchada que vierta alguna luz sobre el asunto, porque los llantos desconsolados se han abierto paso por los caminos más insospechados, y son tan desgarradores que truenan en las cabezas de los presentes como una procesión de tambores, que van anunciando la llegada de la muerte, de un ataúd encofrado lleno de arrepentimiento y dolor, una caja de juguetes vacía que tiene aroma a pintauñas barato.

La mano reposa inerte en el vacío, suspendida entre este mundo y otro, naufragada en un mar de áureas rojas, ahogada en sangre fría y traicionera que exhala y vuela hacia un obscuro remolino que es vacío desolado, donde aullan los desaparecidos. Lenguas de plata que lamen, ávidas, brazos amputados con la furia de mil ojos llameantes que nunca parpadean. Y mientras los pequeños “piesecillos” descansan sobre el lavabo de la casa desierta, el agua perfumada va abandonando poco a poco el cubículo blanco con algo de reticencia, quejándose en silencioso por tener que retirarse de la tibieza que exhala ese cuerpo poco a poco, que muta en frío escalofriante y ojeroso, que atrae pesadillas en las que una rejilla metálica es la única testigo sobre del crimen cometido, en las que el tintero es derramado con violencia sobre un papel impoluto, perdido para siempre entre borrones que pudieron ser poesías o besos convertidos en palabras. Y todo se va olvidando y quedando atrás, abandonado en una de las frías calles de París con la misma délicatesse con las que son tratadas las queridas mauvaise femme que acarician las pasiones nocturnas de cuanto caballero francés se digne a ellas.


Y mientras tanto, los pies ya están fríos, reposando, aún, en lo alto de la bañera, coronando la escena, dándole un aspecto más tétrico al paisaje, mostrando las heridas que causa una realidad demasiado afilada.


Fotografía de Nan Goldin