Desde los altos castillos de mis sueños vi como el suelo se derrumbaba poco a poco sobre sus cimientos. Pero el abismo no me dio miedo.
Todo se cubría de colores, y desde lo alto, arriba del todo, me lanzaba en busca de mis juguetes tristes. Pero nunca llegué a caer.
La sombra cubrió el sueño antes de que acabara y abrí mis ojos hacia la dorada cascada de ébano que brotaba de la ventana. El parqué aún se mantenía frío, y mis restos de baba eran surcados por galeones convertidos en astillas.
Todo era silencio y quietud, y aunque el color lo invadía todo, no podía evitar que la vida se me presentase en blanco y negro; y pasaba, pasaba tan deprisa... que en cuestión de segundos me vi ya niña. niña triste blanca y negra, mientras los ojos crecían y la cabeza se hacía demasiado grande y pesada para mis hombros inocentes que por aquel entonces todavía no cargaban ningún remordimiento excepto, quizá, el de no haber vivido.
Nostalgia del útero materno...
ResponderEliminarVivir en polvo de estrellas
en loca risa anterior al mundo
Es cierto lo de la baba, los mocos, los sueños, el desprecio de la edad adulta porque ya la conocieron
¡Tu prosa sigue bella y poética, con destellos de tristeza¡
Dee Dee