Tú, que brotas de mi vientre,
que irrumpes entre los hombres corrompidos del mundo
con una inocencia alejada de fronteras.
Tú, que brotas de mi vientre,
que te sumerges en la estepa de mis besos
cuando el calor que te envuelve
aún es mío.
Insulso y débil, amarrado
a las correosas llagas de la vida
desde el mismísimo comienzo.
Palpo tu pecho, y tu cuello,
y tus pequeños brazos y tus piernecillas
y me sustento en tu pequeña manita,
porque aunque aún no lo sepas
eres tu quien me lleva entre sus brazos.
Eres tu por quien mi sangre galopa y discurre.
Te observo dormir,
tan tranquilo y sereno, que parece
que es la palidez de la fría muerte
quien se apodera de tu cuerpo,
y desfallezco entre delirios,
de rodillas ante tu lecho, mientras
las paredes se resquebrajan,
y es entonces cuando tu llanto surge
y todo se detiene cortando el aire.
Cuando la vida vuelve a los rincones del cuarto
lo hace de manera brutal.
Son los gigantes que se levantan de sus tumbas
para elevarte sobre sus hombros
como a un rey entre reyes.
No tengo palabras,
ResponderEliminarTu poema me parece emocionantre¡
Ah la geometría del niño
y afuera el mundo que pesa
dee Dee
Palpo tu pecho, y tu cuello,
ResponderEliminary tus pequeños brazos y tus piernecillas
y me sustento en tu pequeña manita,
porque aunque aún no lo sepas
eres tu quien me lleva entre sus brazos.
Eres tu por quien mi sangre galopa y discurre.
Me encanta esta parte y me vuelvo loca pensando de dónde saca mi Lina Méndez tanta ternura, ella que siempre dice de apalear niños.
:D
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