"En la esencia de todo lo que existe subyace el arte" Ciruelo
"Mantén sucia la estrofa. Escupe dentro" Ángel González

21 de junio de 2010

Faldas fustigadoras

Los buses diarios son un atolladero de viejas sin pasatiempos que planean a la caza de alguna joven que despellejar a lengüetadas y críticas, de olor nauseabundo de decenas de cuerpos juntos, compartiendo espacio vital antes de haber cruzado una sola palabra. Palabra que en la mayoría de las ocasiones no llega ni siquiera a cruzarse nunca, aunque vuelvas a sentarte al lado de la misma persona día tras día a la misma hora durante 6 años de tu vida. El búho nocturno sin embargo te da esa esquinita oscura de reflexión entre el silencio de la oscuridad y el jolgorio de los que perduran con la fiesta, una esquinita en la que se respeta el espacio vital del prójimo. Son reglas no escritas sobre el contacto en movimiento durante la noche. Lástima que las mujeronas diurnas no las conozcan. Coge la curva, me he bajado de mi silla, adelante del todo y justo detrás del conductor, donde he pasado todo el trayecto mirándome en el reflejo del cristal mientras practicaba mi mirada seductora, me mojaba los labios y guiñaba el ojo. Detrás de mi un hombre alto, con barba y bastante horrible me miraba sin parar. Lo se porque a él también le veía desde el reflejo. Caminó hasta acercarme a la puerta, el bus se acerca mi parada. Mujeronas viejas, cuervos, amargadas, divorciadas, separadas, viudas y suegras. Repelentes, nocivas, viperinas, venenosas. Todas las viejas me miran. No, no me miran, me atraviesan. Han dejado de cotillear sobre Belén Esteban y de quejarse sobre sus muchas y diversas dolencias (Su razón de ser y de vivir a partir de los 40) se han centrado en mirarme de arriba abajo, de juzgarme cuando no saben nada de mí. Llevo una minifalda que deja poco a la imaginación. Tapa justo lo que tiene que tapar, ni más ni menos, lo justo. Y un escote. Sin chaqueta. Creen que mirándome de esa forma me harán sentir una prostituta, alguien inferior, debería avergonzarme. No lo consiguen. Otra chica se baja de su asiento rojo escarlata, quemado y pintado por todas partes, y se acerca la puerta. Está justo frente a mí, un metro. Su mirada es una pura daga, una lanza al rojo vivo. Me escruta, me perfora, me invade. Me mira con cara de repulsión, ¿o puede que sean celos? Quizá envidia, quizá odio. ¡Que importa! Puede que solo quisiera escupirme en la cara. (En ese caso, debería saber que en este arte tengo las mismas habilidades que el mayor de los cerdos ibéricos españoles de taberna) Yo no le aparto la mirada tampoco, se la mantengo.

El bus se para, ambas bajamos, pero yo camino más rápido. Subo primero la cuesta. Desde abajo debe de vérseme todo el culo. La falda solo tapa lo justo, pero sobre terreno llano. Al principio tiré un poco de ella hacia abajo, inútil. Luego tiré por la parte de delante para que hiciera tubo alrededor de mis piernas y se ajustase al culo. Finalmente me pregunté ¿para qué? Solté la falda, dejé que pululara a sus anchas alrededor de mi cadera. Ella creía de mí que era una puta, y nada de lo que hiciera por tratar de taparme cambiaría eso. ¿A quien pretendía engañar? Quería que lo siguiera pensando, quería que creyera que venía de calentar pollas, de follarme a 20 cuerpos, de fustigar a la decencia con oleadas de placer y locura, de retozar como una perra con la decadencia de esta ciudad. Pensando esto, y con una sonrisa (la misma sonrisa lasciva que había venido practicando en el autobús) me subí la falda imaginando con placer su cara de espanto.

Solo me pregunto… ¿le habrá gustado mi tanga?

3 comentarios:

  1. Simplemente perfecto. Me acabaron doliendo un poco los ojos al despegarlos de la pantalla cuando comprendí que ya había acabado. Lina, me encantas ^^.
    ~Lara OwX~

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  2. :E Gracias Lara, jajajaj que sepas que tienes el honor de ser mi primer comentario xDD

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  3. Te queda muy bien el-realismo-con-mala-hostia
    y mucho humor.

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