Muertos en solemnidad asesina,
De parpadeo carnoso
Y aleteo de fuego
Que quema y arrasa,
Y no siento ni padezco
Aquella sonrisa que no sea suya.
Afilada, mullida,
Marfil blanco entre la marejada
Y una mordida suave, tierna,
Entre la pecaminosa tortura
De voracidad endiablada
Que nos doblega,
Nos maltrata.
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